En la escuela de la humildad: Una nueva cultura de las relaciones.
Lucas 14, 1.7-14
Jesús hizo de la mesa un espacio de evangelización y de construcción de la comunidad. Jesús no sólo compartió la mesa con los pecadores (7,34; 15,1-2; 19,1-10), con todo el pueblo (9,12-17), con sus amigos y discípulos (10,38-42; 22,14-38; 24,28-30), sino también con los fariseos, sus adversarios que tanto lo observaban y lo criticaban. Jesús también evangeliza estos “altos niveles” de la sociedad entrando hasta el comedor de sus propias casas. A esto se suma que la cena ocurre en “sábado”, justo la ocasión en que los milagros de Jesús se han vuelto más polémicos para los fariseos; y, como era de esperar, hace allí –delante de ellos- un nuevo gesto de misericordia con un enfermo de hidropesía (14,2-6).
Jesús pasa de “observado” a “observador”. Después de la curación del hidrópico y de la lección sobre la misericordia inaplazable (14,2-5), dejando a su auditorio sin argumentos para la crítica (14,6), Jesús ahora pasa de observado a observador. A partir del análisis de dos puntos importantes del mundo de la etiqueta en los banquetes, la distribución de los puestos en la mesa y la lista de los invitados, Jesús saca dos lecciones importantes para la vida de sus discípulos.
La etiqueta en la distribución de los puestos en la mesa (14,7-11). Veamos las tres partes de esta sección del pasaje evangélico: (1) una observación, (2) una parábola y (3) la aplicación. (1) Una observación: “Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos” (14,7ª). ¿Qué hay detrás de este comportamiento? Una de las necesidades humanas es la estima. Esto se percibe en la aspiración al reconocimiento. El problema es cuando se busca por medio de la competencia: ser superiores a los demás, tener posiciones más altas, estar más adelante. Esto último es lo que Jesús ve en los comensales de aquella mesa: quieren los puestos más visibles, los que indican superioridad. Esto que sucede en las comidas formales también sucede en la convivencia humana y en todos los estratos sociales. No es fácil reconocerle a las otras personas nuestros mismos derechos y nuestro mismo valor; (2) Una parábola: “Cuando seas invitado…” (14,8). En una parábola, Jesús propone una regla de comportamiento diferente para los comensales: “Cuando seas invitado a una boda, no te pongas en el primer puesto… no sea que… y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto” (14,8-10). Su frase proviene de la sabiduría popular: quien busca los primeros puestos de manera directa o muy de prisa puede terminar recibiendo más humillación que honra; no hay que correr riesgos. Puesto que lo que Jesús quiere no es simplemente recordar una regla de sabiduría sino ir hasta el fondo de las actitudes, es que no hay que perder de vista la idea principal: hay que dejarle al patrón de la casa la tarea de la asignación de los puestos. Los puestos no dependen de los méritos que creemos tener sino de la gratuidad del anfitrión; (3) La aplicación: “Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (14,11). Poner en crisis este tipo de comportamientos. Toda búsqueda de honor fracasa delante de Dios; es más, tiene un efecto contrario. Dios no está dispuesto a admitir las jerarquías de honor que nos inventamos los hombres. Todo lo que hagamos por dar brillo a nuestro honor, prestigio y esplendor carece de valor en la presencia de Dios. Bajo la mirada de Dios. De ahí que el verdadero lugar del hombre es el que ocupa ante Dios y no el que puede ganar esforzándose en su propia promoción. Lo mismo vale para las relaciones entre nosotros. Hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, no nos corresponde a nosotros sino a los otros la promoción. Un principio de vida evangélico. La última palabra sobre el valor de las personas la tiene Dios. Esto ya lo había dicho María en el Magníficat: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (1,52). Todas estas actitudes provienen del fondo del corazón, por eso se retoma como conclusión de la parábola de la oración del fariseo y el publicano: “Todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado” (18,14).
La etiqueta en la elaboración de la lista de los invitados (14,12-14). “Dijo también al que le había invitado” (14,12). Después de hablar a todos, a partir del comportamiento de los comensales, Jesús ahora se dirige al anfitrión del banquete para hablarle de una tarea que era propia de él: hacer la lista de los invitados. En su enseñanza, Jesús hace un paralelo: (1) En una primera columna coloca lo que “no” se debe hacer (“cuando des una comida o una cena, no tomes la iniciativa de invitar a…”, 14,12). (2) En la segunda describe el comportamiento deseable (“cuando des un banquete, toma la iniciativa de invitar a…”, 14,13-14).
Una comunión a partir de la nivelación de dignidad (14,12). En la primera lista aparecen cuatro grupos: “los amigos, los hermanos, los parientes y los vecinos ricos”. Normalmente las relaciones se establecen con personas que están al mismo nivel, esto permite el intercambio: se puede devolver la invitación o dar regalos que estén a la par de la situación. La comunión aquí se fundamenta en la posibilidad del intercambio. Con este criterio, el círculo de los invitados se reduce, llegando al exclusivismo: los pobres y los miserables quedan automáticamente excluidos.
Una comunión que elimina la desigualdad (14,13-14). En la segunda lista, la que Jesús recomienda, la invitación se dirige a todos aquellos que las diversas circunstancias de la vida han marginado. Frente a los cuatro primeros grupos ya enumerados, Jesús propone cuatro nuevos grupos: “los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos”. Se trata de personas que no tiene como corresponder con otra invitación en la tierra (como lo podía hacer el primer grupo, 14,12) sino que será Dios quien lo hará en la resurrección (14,14). Con este comportamiento se reconoce en todas estas personas su igual valor y dignidad. De esta manera, Jesús refleja una nueva manera de entender las relaciones humanas. Según ésta, las relaciones humanas, habitualmente fundamentadas en la reciprocidad, se basan más bien en un amor unilateral, así como lo es el amor de Dios por cada hombre: Dios nos ama por encima de todo, a pesar de que no queramos o no estemos en condiciones de responderle a la altura de su amor. En conclusión…Con esta enseñanza Jesús no está queriendo decir que no haya que comer con los familiares ni con los amigos; a lo que se opone rotundamente es al exclusivismo y a la marginación de los más desfavorecidos.